La experiencia espacial, física, es hoy el reverso de la “dictadura” de lo digital. Su horizonte de éxito está enmarcado por las nuevas expectativas de un consumidor que valora por encima de todo las vivencias únicas, con profundidad: cargadas de historia y de historias, de evocación y de contenido. Experiencias, espacios, lugares, que transforman valores en culturas que se puedan vivir en primera persona. Y que se elevan como hitos de las ciudades, nuevos iconos del paisaje urbano, como el Mercado de San Miguel. Una “Brand experience” única, emblemática, un “must see” que ya forma parte del entorno de referencia internacional, más aspiracional para el viajero contemporáneo, al nivel de enclaves similares establecidos en ciudades como Londres, Estocolmo o París.
Nadie colaboró en su proyecto de creación desde antes de su nacimiento, aportando la visión estratégica y la puesta en valor necesarias para la definición de un significado y valores trascendentes, superiores. Una proyección hacia el futuro, basada en la innovación y en una mirada cultural de máxima ambición y potencial: integrando este hito local en las nuevas tendencias de consumo internacionales.